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Vida en el Planeta

¿Ver porno te deja tonto?

Primera modificación:

Hablamos con dos expertos sobre la relación neurológica de ver cine porno.  El estado de Utah ha declarado la guerra al cine de sexo explícito. Pese a los pocos estudios que hay, los expertos apuntan a otros problemas relacionados con la adicción y al hecho de confundir pornografía con sexualidad. 

Títulos porno en Reino Unido en los años 50.
Títulos porno en Reino Unido en los años 50. AFP PHOTO/Leon Neal
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El estado de Utah se encuentra en plena batalla para combatir el "problema de salud pública" según su gobernador que representa la pornografía para esta conservadora zona de Estados Unidos, que, sin embargo, es la que más consume este tipo de contenidos en todo el país.

Pese a ello no son muchos los estudios que se han hecho sobre cómo afecta el consumo de cine porno a la actividad cerebral. El último, publicado hace un año por la revista de la Asociación Médica estadounidense, mostraba un vínculo entre el aumento de horas viendo porno y un deterioro en la zona encargada de tomar decisiones en el cerebro.

Cada vez más neurólogos se interesan por el llamado "Porn Brain" o el cerebro de la pornografía. Según Antonio Casaubón, presidente de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual (FLASSES), no está demostrado aún que la pornografía inhiba la capacidad cerebral por el hecho de que sea un material que atraiga más que otros contenidos, como por ejemplo los videojuegos... Este sexólogo pone una variable más sobre la mesa que es la que realmente puede condicionar la relación con nuestras neuronas: la adicción al porno como único método de experimentar la sexualidad.

Así la mente de un adicto a la pornografía se presenta con una constante necesidad de sentir una fuerte estimulación. Es por ello que el cerebro de un aficionado al contenido sexual explícito es comparado con el de un alcohólico o un drogadicto. Según los expertos, parece razonable deducir que las personas que tienden a usar con frecuencia las regiones del cerebro asociadas con la recompensa sexual sufren algunos cambios gracias a la plasticidad sináptica.

Lo que no está claro es que estos cambios sean forzosamente negativos por el consumo de pornografía. El director del máster de sexualidad de la Universidad de Alcalá de Henares en España, Eugenio Amezúa, nos sitúa en el contexto de lo que fue la distinción entre sexo y pornografía en EE.UU. y su relación con el mundo neurológico sin evitar algunas críticas.

Estudiar los efectos del consumo de porno parece pues un tema muy complejo del que se pueden sacar conclusiones falsas. Hacer experimentos causa-efecto en humanos es difícil, por ello el profesor Amezúa nos hace un planteamiento de base diferente que nos afecta más como sociedad: que el porno no sea sinónimo de sexualidad.

En definitiva no está comprobado que la pornografía atrofie la mente. Sí lo hacen las adicciones, y el porno puede serlo sobre todo en una sociedad que tiende a confundirlo con la sexualidad.

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