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Unión Europea

Cultivar sin glifosato es posible

La suerte del polémico herbicida en Europa depende de la decisión de la Comisión Europea, mientras Francia anunció su prohibición total para el 2019. Pero, ¿con qué reemplazar al glifosato? Ese es el debate entre ecologistas y agricultores. 

La Unión Europea discute si extender o no la licencia al glifosato en su territorio.
La Unión Europea discute si extender o no la licencia al glifosato en su territorio. Reuters
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¿Dejar o no dejar el glifosato? Esta es la pregunta que a la Comisión Europea le cuesta zanjar. Y es que hay mucho en juego. Por un lado, científicos y ecologistas señalan al herbicida como un posible agente cancerígeno. Por el otro el sector agrícola teme las consecuencias económicas que pueda acarrear el abandono del herbicida. Sí, se puede reemplazar el glifosato  y la agricultura biológica lo viene demostrando desde hace bastante tiempo. Pero ese reemplazo tiene un costo, en tiempo y dinero.

El glifosato es un poderoso herbicida inventado en 1970 por el gigante estadounidense Monsanto. La molécula -que se hizo pública en el año 2000- se extendió por todo el mundo, tanto así que hoy se cuentan más de 750 productos, de distintas marcas que lo contienen. El glifosato destruye todas las plantas desde el interior. Los agricultores la utilizan para arrasar la tierra antes de plantar sus cultivos.

Así lo explicó a RFI Philippe Pinta, presidente de la Asociación general de productores de trigo de Francia. "El glifosato se utiliza entre dos cultivos. Después de rociarlo se ara la tierra con una herramienta ligera y el problema está resuelto. Si no lo utilizamos tendremos que trabajar la tierra cuatro o cinco veces más y significa utilizar más carbón para el procedimiento".

Ecológico, pero no barato

La producción, también, sería mucho más cara. Un dato no menor si se calcula que en Francia dos tercios de los agricultores utilizan el glifosato. "Pensamos, dice Pinta, que para los grandes cultivos la prohibición del glifosato tendrá un sobrecosto de entre 900 millones y 1.000 millones de euros, algo parecido sucederá en la viticultura. Es una cifra importantísima, y va contra todos los modelos que hemos desarrollado en los últimos 10 años’.

‘Un sector de los agricultores dice que no existen alternativas a estos herbicidas’, comenta Carmen Etcheverry, responsable de asuntos agrícolas de la organización France Nature Environnement (Francia Naturaleza y Medio Ambiente). "Eso es falso", replica. "Lo que es cierto es que no existen alternativas económicamente viables si lo que queremos es conservar el mismo sistema de producción".

Reemplazar un químico por procesos ecológicos

Para reemplazar al glifosato se necesitará un producto químico que se le asemeje o una revolución en la forma en la que hasta ahora se plantea la agroindustria. "Hay que pensar el sistema de una forma distinta", enfatiza Carmen Etcheverry. "Existen alternativas como la rotación de cultivos, con técnicas de agroecología. Tenemos que cambiar la manera en que nos planteamos la agricultura. No cambiar un producto por otro, un herbicida por otra solución química, sino en diez años más nos daremos cuenta que todos estos productos tienen efectos negativos en las personas y en el medio ambiente".

Ya están en marcha procedimientos como los denominados ‘cultipacker’, discos que se ponen sobre el suelo y que van a aplastar las plantas de la superficie, evitando el crecimiento de las malas hierbas. La labranza con azadón también es una técnica, aunque necesita bastante mano de obra. A eso se suma la utilización del agua o el fuego.

Claro que estos dos últimos procedimientos también generan críticas, como lo explica la especialista francesa Carmen Etcheverry. "El uso del fuego para hacer desaparecer la mala hierba tiene efectos sobre todo en la biodiversidad del suelo. Y el agua escasea. Todo eso quiere decir que tenemos que pensar las soluciones alternativas de una forma sustentable".

Estas nuevas formas de cultivar la tierra implica que los campesinos pasen más tiempo vigilando de cerca sus campos, vía drones, cámaras de videovigilancia o con trabajadores especializados. Pero todo esto tiene un fuerte costo económico, para un sector que recién viene saliendo a flote de la crisis.

Por eso la discusión también pasa por los gobiernos centrales, que podrían financiar parte de esa inversión. Los agricultores, dice Etcheverry, "van a necesitar muchos más conocimientos. Para salir del glifosato tenemos que acompañarlos. En Francia necesitamos alternativas y tiempo para que los centros de investigación busquen las mejores alternativas", asevera.

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