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Honduras

Los niños de la caravana, los más vulnerables

Son miles los migrantes hondureños y centroamericanos que marchan en las rutas de México rumbo a Estados Unidos. Muchos vienen acompañados por sus niños, porque sus padres decidieron llevarlos a pesar de los peligros que significa este viaje. Serían unos 1.500, y son los más vulnerables de esta caravana.Con Patrick John Buffe, desde Pijijiapan, México.

Para los niños, el viaje es largo y peligroso.
Para los niños, el viaje es largo y peligroso. Johan ORDONEZ / AFP
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Luchando contra un creciente cansancio y desafiando a Donald Trump y su prometido despliegue de militares, la caravana de migrantes hondureños llegó a la población mexicana de Pijijiapan, en el sureño estado de Chiapas, camino a Estados Unidos.

Aterrados y enfermos, cientos de bebés y niños viajan en esta caravana. Huyendo de la violencia y la pobreza de su país, muchos de ellos debieron atravesar el río Suchiate en rudimentarias balsas y participar en una estampida en la frontera con Guatemala para ingresar a México. La mayoría lleva diez días caminando y casi 800 km recorridos.

Para los niños de la caravana, el viaje es largo, peligroso y angustiante. En las carreteras del sur de México, caminan junto a sus padres, quienes cargan en sus brazos a los más jóvenes. Incluso unos viajan en cochecito, como es el caso de las dos hijas de Digna Versa, de tres y seis años de edad.

"A ella la cargo en el coche y ésta camina, y por ratitos la meto a ella también. A veces se ponen a llorar, no aguantan, me dicen ‘vámonos para atrás’", cuenta Digna Versa.

La mayoría de los niños llevan diez días caminando y casi 800 km recorridos.
La mayoría de los niños llevan diez días caminando y casi 800 km recorridos. REUTERS/ Jorge Cabrera

Guadalupe explica que al cruzar el río Suchiate en una balsa improvisada, su hijo de nueve años se puso mal y quiso volver a Honduras. “Yo volví a hablar con él y le expliqué que no podíamos regresar, que la situación en nuestro país no está nada fácil, que tenemos que huir para salir un poco adelante”, comenta.

Además, esos niños tienen que caminar bajo un sol implacable que les provoca una rápida deshidratación. A eso se agregan las condiciones precarias en las cuales viven durante las etapas y que les provocan enfermedades.

Como muchos de los niños, los hijos de Jennifer Molina tienen fiebre un día sí y otro no: "Sé que es peligroso, sé que además me los pueden robar, pero no tenemos otra opción. A mi esposo los pandilleros querían obligarlo a transportar droga, y como se negó, amenazaron con matarnos a todos", comenta la mujer de 23 años.

Denise Ortega, una niña de un año y medio “tiene un proceso infeccioso, tiene temperatura, entonces hoy vamos a llevarla para que lo valore el médico y le dé un tratamiento riguroso”, explica Jesús Gómez, de la Cruz Roja.

Además de estos 1.500 niños, viajan también 16 mujeres embarazadas, algunas cerca de dar a luz. Gran parte de las madres no pasan de los 20 años, y todas coinciden en algo: huyen de Honduras para que los pandilleros no maten o recluten a sus hijos, o secuestren y violen a sus hijas.

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