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Análisis

Cuba ante la presidencia de Donald Trump

La coincidencia del fallecimiento de Fidel Castro con la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales para la Casa Blanca genera especulaciones sobre el futuro de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos en un momento de cambios en la sociedad cubana.

Tras la despedida final a Fidel en Santiago de Cuba, Raul Castro deberá concentrarse en su relación con la Casa Blanca con Donald Trump como presidente.
Tras la despedida final a Fidel en Santiago de Cuba, Raul Castro deberá concentrarse en su relación con la Casa Blanca con Donald Trump como presidente. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins
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Durante la campaña electoral Donald Trump indicó que revertería el restablecimiento de relaciones diplomáticas que ha llevado a cabo el presidente Barack Obama. Con motivo de su fallecimiento, el presidente electo llamó a Castro “brutal dictador” pero afirmó que su administración “hará todo lo que sea posible para asegurar que el pueblo cubano pueda finalmente empezar su camino hacia la prosperidad y la libertad”.

Como en otras cuestiones, Trump dejó abierto el significado de “hacer todo lo posible”. En caso que cortase las relaciones diplomáticas, arruinaría los complejos esfuerzos diplomáticos que se hicieron durante años, reforzaría los sectores más conservadores del poder en La Habana, y frustraría las expectativas de apertura de gran parte de la sociedad cubana.

En marzo de 2016, y luego de una serie de negociaciones secretas, Estados Unidos y Cuba reanudaron sus relaciones diplomáticas. Estas se habían detenido en 1961, dos años después del triunfo de la revolución cubana.

Prisionera de la Guerra Fría

Entre 1959 y 1961 el gobierno de La Habana adoptó una serie de medidas, entre otras la expropiación de empresas de Estados Unidos, y estrechó sus vínculos con la entonces Unión Soviética. Inicialmente la revolución cubana no tenía orientación comunista pero en esos años los países postcoloniales miraban todavía hacia la URSS como modelo. Además, la actitud hostil de Washington, según algunos investigadores, empujó a Castro hacia la ex URSS. El presidente Dwight Eisenhower cortó los vínculos diplomáticos e impuso una serie de sanciones que perduran hasta hoy (con adaptaciones en 1992 y 1996).

El presidente John F. Kennedy organizó en 1961 un frustrado intento de derrocamiento del gobierno de Castro por parte de un grupo de cubanos que desembarcaron en la Bahía de Cochinos. La Agencia Central de Inteligencia (CIA) intentó varios intentos fallidos de asesinato. Todas estas medidas pusieron en evidencia la fragilidad de la revolución cubana ante Estados Unidos.
Castro profundizó sus relaciones con Moscú y aceptó que la URSS desplegara armas nucleares en Cuba, lo que produjo la denominada crisis de los misiles (1962) que terminó con un acuerdo para retirarlos a cambio de que Estados Unidos desmantelara una nueva generación de armas que había instalado en Turquía.

A partir de entonces la isla cobró una dimensión superior a su peso real, transformándose en un símbolo geopolítico. Por un lado se le consideraba una plataforma en América Latina desde la que se promovía la revolución en otros países del Sur. Por otro, para buena parte de la izquierda mundial era un símbolo de resistencia frente al imperialismo de Estados Unidos.

La relación con Estados Unidos ha estado marcada por la historia conflictiva pero común que se remonta al siglo XIX cuando España perdió a Cuba en la guerra con Estados Unidos (1898). Dos millones y medio de cubanos y cubanos-estadounidenses habitan en Estados Unidos, y dos tercios en Miami de ellos. Entre la comunidad cubana en la isla y la que vive en el país vecino hay fuertes interdependencias. En las elecciones presidenciales de Estados Unidos los votos de esa comunidad cuentan mucho, y Trump se ha ocupado de cortejarlos.

El fin de la URSS

En las décadas siguientes el régimen de Castro se plegó al modelo de planificación soviética, manteniendo algunos signos de independencia, como fue enviar tropas cubanas a luchar en Angola en 1975. A las regulares tensiones con Estados Unidos se sumó el colapso de la Unión Soviética, que alteró sustancialmente a la economía cubana. El seguro de vida con el que contaba la revolución se vio profundamente afectado. El bloqueo de Estados Unidos, que nunca fue total debido a que otros países continuaron su relación con Cuba, frenó las posibilidades de crecimiento pero también sirvió como explicación para los fallos de gestión económica.

La Habana tuvo que diversificar sus relaciones. Se acercó a China al tiempo que se flexibilizaron las relaciones con varios países latinoamericanos que durante la Guerra Fría le habían cerrado las puertas. Castro encontró otras fuentes de insumos, posibles clientes para su producción de azúcar y un número limitado de recursos. Se predijo que sería el fin de la revolución. Pero el régimen logró mantenerse aunque se agravó la situación social.
La llegada de Vladimir Putin al poder resituó a Cuba en el escenario geopolítico. A medida que la relación entre Rusia y Estados Unidos se deterioraba Moscú volvió a apoyar a Cuba, le condonó parte de la deuda externa y profundizó los vínculos económicos y tecnológicos.

Pese a estas ayudas Cuba arrastra el peso de un modelo económico rígido, que sólo parcialmente rompió con el monocultivo de la azúcar. La productividad del país es muy baja, y los ingresos de los trabajadores rondan los 20 dólares mensuales. Los bajos salarios podrían verse compensados por los servicios prestados por el Estado, pero estos son también deficientes, aunque todavía Cuba mantiene niveles superiores a otros países de la región, especialmente en el terreno de la educación y la salud.

La negociación

A pesar del bloqueo, los recelos y acusaciones mutuas, las sucesivas administraciones de Estados Unidos entre Kennedy y Obama intentaron, y en ocasiones mantuvieron, diversos niveles de diálogos con el gobierno de Castro. Pero no fue hasta 2014 cuando gracias a una serie de complejos acercamientos y mediadores, y la intervención del Papa Francisco, esos contactos fructificaron. El proceso ha sido detalladamente explicado por William M. LeoGrande y Peter Kornbluh en el libro Back channel to Cuba (edición en español).

El presidente Obama tuvo la determinación de acabar con una situación heredada de la Guerra Fría. Por su parte, el gobierno cubano vio la oportunidad de poder reintegrarse en la comunidad latinoamericana, rehacer la relación con su principal vecino y en el largo plazo con la diáspora cubano-americana que vive en ese país.

Diversas organizaciones, fundaciones y expertos de Estados Unidos crearon el clima de diálogo. El New York Times publicó una serie de editoriales analizando las necesidades y ventajas de reestablecer las relaciones diplomáticas. El primer paso fue intercambiar un consultor estadounidense, Alan Gross, encarcelado en Cuba, por tres diplomáticos cubanos acusados de espías y presos en Estados Unidos.

A partir de ese momento Washington y La Habana se movieron rápidamente para reestablecer relaciones, aunque quedan muchos temas pendientes que negociar, entre otros la exigencia de Cuba que se cierre la base de Guantánamo y la de Estados Unidos de compensar las expropiaciones que se hicieron al comenzar la revolución.

Paralelamente el inicio de negociaciones en 2012 entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC le dio la oportunidad a la diplomacia cubana de albergar las negociaciones y ser facilitadora del proceso de paz junto con Noruega.

La cercanía a Rusia puede volverse, por otro lado, problemática si se agudizan las tensiones de Washington y Moscú sobre Siria, Ucrania y otras cuestiones. Cuba podría volver a sufrir el fantasma de la Guerra Fría.

Acuerdos bilaterales

El restablecimiento de las relaciones y la apertura parcial de los vínculos comerciales, científicos y culturales han permitido firmar más de una docena de acuerdos bilaterales en campos como las telecomunicaciones, salud, transporte, protección ambiental y lucha contra el narcotráfico. Como indica el profesor LeoGrande, de la American University, “Cuba no se opone a tener más conversaciones, y está dispuesta a buscar otros terrenos comunes. Está incluso abierta a discutir una compensación para las propiedades estadounidenses nacionalizadas en 1960, y es sensible a la cuestión de derechos humanos”.

Si Trump corta las relaciones con La Habana encontrará oposición entre los empresarios estadounidenses. Desde que Obama visitó La Habana en marzo de 2016 comenzaron a operar los vuelos entre los dos países, un constante flujo de turistas y empresarios de Estados Unidos visita la isla. Se calcula que Cuba representa un mercado potencial de 2000 millones de dólares para Estados Unidos. El sector rural de este país tiene altas expectativas de exportar hacia la isla y sus representantes ya han dejado saber que si Trump cierra las puertas les producirá grandes pérdidas. El nuevo presidente ha tenido interés en Cuba antes, según una investigación de la revista Newsweek, Trump exploró la forma de sortear el embargo e invertir en Cuba en la década de los 90.

Problemas y perspectivas

El doctor Michael Blumenthal, presidente del Commonwealth Fund escribió hace pocos días que “desde una perspectiva de cuidado de la salud, Cuba ha demostrado que un país pobre puede mejorar dramáticamente la situación sanitaria de su población a través de inversiones consistentes y de largo plazo en cuidados primarios y salud pública”.

Por su parte, Richard Feinberg, de la Brookings Institution, indica que Cuba tiene un gran potencial en agricultura tropical sostenible, diversificación de energías (hidrocarburos, biomasa, energía eólica y solar) avances en biotecnología y aplicaciones en computación, experiencia en ofrecer servicios de salud, gran creatividad cultural y un fuerte potencial en turismo para todo tipo de edades.

Este autor afirma que la isla tiene una fuerza de trabajo bien educada y reconoce como una virtud del régimen “haber invertido masivamente en colegios públicos, y contar con un sistema universitario de libre acceso para todo aquel que pase las pruebas necesarias”.

Un análisis del Financial times indica que el potencial humano, en recursos naturales y tecnológicos de la isla precisan un sistema de regulación empresarial e impositiva que permita a las personas y empresas operar y crecer, y que el valor añadido que se obtenga vaya orientado especialmente a beneficiar a los cubanos antes que a las empresas extranjera que están empezando a entrar.

Mientras se especula si Raúl Castro y su entorno iniciarán una apertura política, en la sociedad cubana se han desarrollado diferentes iniciativas ciudadanas y de oposición, desde blogueros hasta asociaciones de reivindicación de identidades sexuales y defensa de derechos humanos. Todas ellas se diferencian de los opositores de los años 60 que, especialmente desde el exilio en Florida, propugnaban el derrocamiento violento de Fidel Castro. Junto con la limitada apertura grupos de derechos humanos denuncian que continúa la represión selectiva y que permanecen en la cárcel alrededor de 70 presos políticos.

Detener el proceso de normalización entre Washington y La Habana sería dar pasos atrás. Trump dice que su interés es ayudar a los cubanos a ser más libres. En ese caso profundizar en las relaciones entre los dos países será beneficioso también para Estados Unidos y en el largo plazo ayudaría a la reconciliación entre los cubanos del exilio y los que viven en la isla.

Mariano Aguirre es senior advisor en el Centro Noruego para la Construcción de la Paz (NOREF). Las opiniones en este artículo pertenecen al autor y no necesariamente a la institución.

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