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Enfoque Internacional

Nairobi amenaza con cerrar el mayor campo de refugiados del mundo

Primera modificación:

El presidente Kenyatta ha dicho que pretende cerrar todos los campos de refugiados de su país, que acogen a unas 600.000 personas, en su mayoría somalíes. Un anuncio criticado por Naciones Unidas y ONG que advierten de una posible crisis humanitaria si se hace efectivo.

Campo de refugiados de Dadaab, al norte de Nairobi.
Campo de refugiados de Dadaab, al norte de Nairobi. AFP PHOTO/Tony KARUMBA
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Kenia llevaba meses sacando a colación el tema. Más precisamente desde el ataque a la universidad de Garissa, en 2015, cuando se dijo que los ataques –perpetrados por células yihadistas shebab- habían sido orquestados desde el campo de refugiados más grandes del mundo, el de Dadaab.

Ehuru Kenyatta y su gobierno nunca mostraron pruebas de que los hechos fueran así. Las dudas quedaron en el aire y sirvieron para que hace un par de días Nairobi anunciara la clausura de sus campos de refugiados.

El cierre de Dadaab dejaría sin refugio a unas 300.000 personas, casi todo somalíes. Allí se vive una realidad compleja que conocen bien los trabajadores humanitarios. Este campo de refugiados siempre ha estado desbordado por el número real de refugiados’, dice Juan Antonio Bastos, presidente de Médicos Sin Fronteras en España. A lo anterior agrega: ‘estos campos son instalaciones muy precarias, básicas, chozas de paja y madera en una zona casi desértica, muy cerca de la frontera entre Kenia y Somalia. Se viven unas condiciones muy al límite, donde no ha sido posible garantizar a estos refugiados los suministros básicos. A duras penas hemos podido ir cubriendo con servicios de salud los incrementos de población’.

Casi la totalidad de los refugiados que viven en Dabaad son somalíes. Cruzaron la frontera hacia la vecina Kenia huyendo a la fragilidad política de su país. Así lo explica Itziar Ruiz-Giménez, coordinadora del Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid: ‘El campo de Dadaab tiene más de veinte años. Eso quiere decir que las primeras personas que llegaron allí provienen del inicio de la guerra en Somalia en 1991. A partir de ahí ha habido oleadas sucesivas de personas que huyen de diferentes espacios de conflicto armado que se han ido activando o desactivando en Somalia a lo largo de estas dos décadas. Hubo otra gran oleada de refugiados entre 1991 y 1995, posteriormente hubo una gran sequía a principios de 2010 que provocó también la llegada de 150.000 personas’.

Y si el gobierno de Kenyatta invocó la seguridad interna como excusa para el cierre de Dabaad, en Somalia la inestabilidad política hace que sea descabellado plantearse un retorno de los refugiados a su país natal como propone Nairoba. ‘Personas siguen huyendo de Somalia debido a la guerra que existe en el sur de Somalia entre la milicia shebab y el gobierno de unidad nacional en Somalia. Ese escenario de conflicto armado y de profundas violaciones a los derechos humanos es el que ha provocado esa construcción, al inicio de manera muy formal y que en el tiempo se ha ido consolidando, de lo que es el mayor campo de refugiados del mundo que es Dadaab. El gobierno de Kenia no puede cerrar ese campo porque si devuelve esas personas a Somalia estaría vulnerando uno de los principios más importantes del derecho internacional de los derechos humanos que es el principio de no devolución forzosa de personas a un país donde puede sufrir violaciones a los derechos humanos’, concluye Itziar Ruiz-Giménez.

En Medicos Sin Fronteras conocen bien la violencia de los somalíes de shebab. Dos de sus humanitarias españolas fueron secuestradas por ese grupo islamistas en 2011 mientras trabajaban en el campo de Dadaab. Porque la violencia de este grupo terrorista tampoco conoce las fronteras y en el mayor campo de refugiados del mundo operan los shebab y otros grupos. ‘Que quede muy claro que las primeras y principales víctimas de estos grupos son los mismos refugiados’, dice Juan Antonio Bastos a la hora de explicar las razones de seguridad evocadas por Kenyatta para el cierre de los campos de refugiados.

Una explicación que algunos analistas interpretan como una estrategia del gobierno keniano para conseguir el tan reclamado apoyo internacional. ‘No conocemos con certeza las intenciones del gobierno de Kenyatta. Pero en el panorama internacional actual, con la Unión Europea firmando recientemente un acuerdo con Turquía para la deportación ilegal, masiva e inhumana de los solicitantes de asilo que llegan a Europa, nos parece que es un contexto internacional en el que el respeto a la ética humana y al marco legal de asilo y refugio está debilitado. El riesgo es que esa situación inspire y que el gobierno de Kenia se sienta amparado para hacer algo que en ocasiones anteriores no se había atrevido a hacer’, finaliza Bastos.

El gobierno de Kenia ha pedido una cumbre de carácter internacional para decidir si cierra o no los campos de refugiados instalados en su territorio.
 

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